adentro
me estoy.
así de contenta.
y no necesito rito ni conjuro.
pero sé.
no hay que cantar victoria,
sólo silbarla bajito.
'no habrá nunca una puerta, estás adentro'
me estoy.
me encontré diciendo que daría la vida por algo. así de épica. así de llana y despojada de cualquier análisis.
después de cenar llegué. el calefón a todo trapo: él se baña. toqué la puerta, un grito de sorpresa, no lo esperaba. entré, le besé el hocico mojado. salí del baño, me puse el pijama, escuché la grabadora, dí vueltas. pensé en comer chocolinas con dulce de leche. en cambio, me lavé los dientes. sus pelos cortos en el jabón. en la cama, un caracol retorcido. hablamos mucho hasta que dejamos de hablar. me desperté y se sonó la nariz. me fui, se quedó durmiendo, abrazado a la almohada, soñando quién sabe qué.
una pileta en medio repleta de peces, de plantas acuáticas, de piedras, de musgos y líquenes. miraba de afuera sin ganas porque hacía frío. pero la chica de los rulitos, que era fresca y risueña y ágil, se tiró directo. no le importó mojar su preciosa ropa, ni esa campera, ni los zapatos. yo me agarraba de tu mano y estaba entre avergonzada por mi falta de decisión y agilidad y contenta porque me gustaba mirar agarrada de tu mano, entre protegida y llevada, entre dormida y despierta. vos te reias. me tironeabas de los dedos y me mostrabas caminos largos y atajos. querías anunciarme todo, entre orgulloso y conocedor, entre altivo y generoso.
pero tengo un secreto
ya tiemblo
me sueño todo. padres, vos, casas, lo que no recuerdo pero asusta, lo que no recuerdo pero agrada. me acuerdo. me acuerdo con 20 años (ó 19 ó 18?) en el jardín de la casa del jardín. la tarde, la humedad, el pasto de pelo largo, la dichondra, ese pájaro. alguna azalea todavía en flor. el dedo chiquito del pié. la reposera que me sostenía y mi carne apoyada, engordada por el contacto con la silla. me acuerdo de la vaguedad de la sensación. de la luz clara de después de la tormenta y otra vez de la humedad en todo, sobre todo. yo húmeda, líquida, entreviéndole el final a cada cosa y por eso, también su brillo. tan delgado momento, tan por lo más fino. tan suspendido, tan antes -justo antes- del caer de la noche.
acompañada de mi madre, como si tuviera tres años. como si tuviera tres años, tomada de su mano.