mi vida pañuelito
bollito de papel, vasito de plástico arrugado, saquito de té secado al sol. cáscara de banana. papel de alfajor. remera transpirada. sábanas sucias.
mi vida pañuelito. y la otra. la de cuaderno nuevo y dibujos por hacer.
'no habrá nunca una puerta, estás adentro'
bollito de papel, vasito de plástico arrugado, saquito de té secado al sol. cáscara de banana. papel de alfajor. remera transpirada. sábanas sucias.
una de la mañana, bajando el cansancio. todo dispuesto para ello. libro boca abajo. sábanas estratégicamente ubicadas tapando y destapando, pies afuera siempre. ventilador en uno: rachas de aire corriendo lentas y frescas. párpados pesados. velador encendido.
continuo en babia y sí mamá, el amor y la obsesión se intersectan, definitivamente. vengo hartando a todos los que me dejan ejercer. paso a tranquilizarme, permiso. pero claro, todo lo que me sucede por estos días se ve a la luz de aquello otro entonces los colores cambian y... paso a tranquilizarme, disculpen. pero es que ayer me suena el teléfono y una voz desconocida me toma por verónica y se despacha un breve discursito convencido de mi veroniquez, y claro, yo con mi ánimo formateado por el amor me le rio y le explico que no soy quien cree, pero que casi me gustaría serlo. y el señor en cuestión rie también, asombrado del buen humor porque en estos días tanta merda dando vueltas... pero claro, él no sabe que yo. y yo tan ávida de contar... pero no, me tranquilizo. buenas tardes señor, que dé con su verónica, que las cosas se le pongan lindas y que ojalá le pase lo que a mí con ese caracol.
saber que hay ese lugar en mi en ellas en nosotras es tan alentador lindo descansado disfrutable que qué suerte, siempre lo digo, que qué suerte sabernos sernos tenernos.
tarde compartida y te vas y volvés y me sorprendés los pies dormidos y nos despertamos y a desayunar y me voy con mis amigas y vos a yirar por ahí y me pasás a retirar luego y nos llevás a cenar a un sitio calmo porque basta de ruido y de ahí a seguir inventando gansadas en lo de tu amigo y a dormir y a terminar de despertar en el galeón, mozos de levita y diario de a retazos, y siesta y es domingo y me voy a mi cena y vos a la tuya y vuelvo y te busco por la casa por si las moscas pero te encuentro en el teléfono, risueño, sonriente, cansado y del otro lado de la ciudad autónoma de buenos aires.
comeme. bebeme.
mi casa huele a jazmín, el olor más rico y más penetrante del mundo.
“algún día tiene que ir en serio, he estado muy sola pero nunca viví sola. cuando estaba con alguien solía estar contenta pero al mismo tiempo todo me parecía casual. aquellas personas eran mis padres pero podrían haber sido otros. ¿por qué mi hermano era el de los ojos marrones y no el de los ojos verdes del andén de enfrente? la hija del taxista era mi amiga pero igual podría haber rodeado con el brazo el cuello de un caballo. estaba con un hombre, estaba enamorada, y podría haberlo dejado plantado y haber seguido al extraño que nos cruzamos en la calle.
ayer, como si fuera lo usual y ordinario, se me sienta cerati en la oficina. hablamos tres pavadas y ya que estamos, le expreso un poco de amor.
ella los ve y los mira. ellos la ven mirándolos. ahí. ahí se pone interesante la peli. cuando ya todos vieron y se supieron mirados. ahí ya no se puede hacer como si no se hubiese visto. ahí no hay vuelta atrás. ahí el grito desgarrado. ahí el corrimiento del velo, lo descarnado.
ya ví géminis. me gusta cristina banegas. la película me dejó cargada. no sé si me gustó. creo que no. para fresco de situación de clase, de familia burguesa argenta endogámica, obscena, incestuosa que hace que mira para otro lado, me gustaron más otras pelis. son las tres de la tarde. está nublado. tengo algo así como un malestar instalado en un lugar poco preciso. está todo quieto. sólo el ruido de los autos al pasar, alguna excavadora o algo así que parece trabajar sin descanso, algún fragmento de canción de las que cantan al finalizar la películas. las copas de los árboles ya no se mueven. están estáticas. yo estoy fea, vestida con un delantal de cocina y un pantalón verde. miro todo lo que me rodea, que no es mucho, esperando que algo se mueva. pero no pasa nada. tengo que hacer cosas. pero no tengo ganas. me agarró un asco repentino. quiero comer un durazno. pero entre el durazno y yo hay miles de millones de movimientos que me pesan de antemano.
17 30 llego cargada con la bolsa del supermercado. caracolito está sentado en el escalón de planta baja. toma mi bolsa y sube los tres pisos. carga también otra bolsita con cerezas.
caracol y yo paseamos. dibujamos itinerarios. lo piensan inglés, me creen francesa. caminamos, nos sentamos. bajamos y subimos del coche. nos llueven tres gotas. nos secamos. nos vuelven a mojar la gotas de elefante pesadas y gruesas, frías. caracol se queja de la pesadez. él es grave. habla en tono bajito para instar al resto a escucharlo y a dejar el grito de lado. habla mucho. creo tiene necesidad de decir esas cosas que no termina de entender y le pasan. sensibilidad cruda. ayer me atreví a mirarlo por encima suyo. vi algunas cosas. me dijo que las mujeres tienen esa agudeza que se le vuelve terrible cuando se ponen a nombrarlo todo. no le conté acerca de lo que ví.